El Sínodo de la Amazonía ha sido mucho más que un acontecimiento ligado al querido territorio que se expande en torno al río Amazonas. Ha sido de hecho un fuerte llamado de Dios al mundo y a la Iglesia para que renovemos nuestra alianza con la hermana-madre Tierra, don de Dios a toda la humanidad, don del que nosotros somos custodios, tal como nos recuerda el papa Francisco en la encíclica Laudato sí.
En este tiempo que nos toca vivir se hace realidad la expresión de San Pablo: Toda la Creación está gimiendo con dolores de parto. Y, como en todo parto, junto al dolor, surge una gran esperanza de vida. Creemos que algo nuevo está naciendo, algo que el Espíritu nos impulsa a acoger a la luz del Evangelio de la Vida que anunció Jesús de Nazaret, Maestro, amigo Señor, al que hemos consagrado nuestra vida como discípulos misioneros.
En la urgencia de la crisis social y ambiental, la humanidad es llamada a convertirse y a soñar. Sí, el cambio es urgente y posible, pero depende de nosotros, hombres y mujeres de nuestro tiempo.
Como Misioneros Combonianos en el continente americano, nos sentimos impulsado por el Espíritu de Jesús a acoger esta “hora de Dios” para nuestra humanidad y queremos responder comprometiéndonos como personas y como comunidades a promover y defender la vida, así como los territorios y los pueblos en todas las regiones donde estén amenazados.
Invitamos a todas las personas de buena voluntad a sumarse a este nuestro Pacto, en diez pasos:
- Encarnar, en nuestras parroquias y presencias misioneras, una Iglesia profética y samaritana, donde laicas y laicos tengan protagonismo en la diversidad y complementariedad de los ministerios;
- Celebrar la fe, caminando con el pueblo de Dios, en comunión con toda la creación, viviendo la dimensión cósmica de la celebración eucarística y avanzando en la inculturación de la liturgia y de la espiritualidad;
- Profundizar el paradigma de la Ecología Integral, superando en nuestra práctica misionera el espíritu de dominio sobre la naturaleza y las personas, favoreciendo una economía de relaciones justas y sostenibles;
- Liberar nuestras comunidades y prácticas pastorales de todo tipo de mentalidad colonialista, racista, patriarcal, clerical y excluyente, valorizando la diversidad cultural;
- Asumir una pastoral con estilo ecuménico y sinodal, presente en el corazón del pueblo, amiga de los pobres y muy próxima a su vida. Reinterpretar hoy el carisma comboniano del Buen Pastor “con olor a oveja”;
- Colaborar a que las mujeres abran procesos nuevos de protagonismo en nuestras comunidades y en la Iglesia;
- Asumir, frente a la avalancha de consumismo, un estilo de vida alegremente sobrio, simple y solidario con las personas que tienen poco o nada;
- Reducir la basura y el uso de plástico, favorecer la producción y comercialización de productos orgánicos, utilizar el transporte público siempre que posible;
- Contribuir para que la Iglesia, a nivel mundial y en cada uno de nuestros países, asuma su alianza con la Amazonía y con todas las causas en defensa de la vida, rechazando un modelo económico basado en el saqueo descontrolado de la naturaleza;
- Hacer memoria viva de los mártires y asumir con ellos y con los pueblos originarios el compromiso de defender los territorios.